Advierten de que ni siquiera el paracetamol está libre de toda sospecha. El principal reto reside en el empleo de fármacos nuevos y potentes en el embarazo para enfermedades como las reumatológicas y las neurológicas.
El riesgo cero no existe si se usan medicamentos en el embarazo
Ni siquiera un medicamento de recomendación y receta tan habitual en el embarazo como el paracetamol se puede considerar exento de riesgos potenciales para la descendencia. Un editorial publicado en British Journal of Clinical Pharmacology señala que la sospecha se cierne sobre la mayoría de medicamentos, ya que atraviesan la placenta y alcanzan al feto. Los estudios postcomercialización han apuntado las incertidumbres que plantean fármacos como este analgésico, los antidepresivos y los antibióticos.
Coincide con este posicionamiento María Perelló, responsable del Centro de Información del Medicamento del Colegio de Farmacéuticos de Barcelona. “Cualquier medicamento puede tener efectos indeseables sobre el embrión o el feto, desde la concepción hasta el nacimiento”.
Li Wei, de la University College London (Reino Unido), y Adam Cohen, del Centro de Investigación en Medicamentos de Uso Humano de Leiden (Holanda), destacan en su artículo los resultados de un estudio sobre 25 casos de restricción o cierre del ductus arterioso fetal que estableció una relación de causalidad con la toma de paracetamol.
El consumo de paracetamol se ha vinculado con el cierre del ductus arterioso fetal
También recuerdan que varios estudios han asociado la toma de antidepresivos con una mayor incidencia de TDAH en los hijos, y resaltan los resultados de un metaanálisis con fluoxetina que halló una asociación entre su uso en el primer trimestre y un incremento de malformaciones.
En cuanto a los antibióticos, recogen los resultados de un estudio con datos de población canadiense con la combinación antibiótica de trimetoprima/sulfametoxazol, que la relacionan con abortos espontáneos.
El riesgo de los estudios observacionales
Sin embargo, todos estos estudios y la inmensa mayoría de los que analizan el binomio fármacos y embarazo son observacionales, con lo que “los resultados se deben interpretar con cautela, especialmente las asociaciones débiles”, recuerdan Wei y Cohen.
Con todo, los estudios que estos investigadores comentan “tienen mucha potencia, por lo que los resultados deben tenerse en consideración, expone María Josep Cabañas, del Grupo de Farmacia Pediátrica de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH).
Emilio Vargas, jefe del Servicio de Farmacología Clínica del Hospital San Carlos de Madrid, puntualiza que el estudio del paracetamol “no es suficientemente concluyente para generar alarma, sería más bien una sospecha de alarma. Los otros dos sí presentan resultados más significativos, aunque el incremento del riesgo no es muy llamativo”.
eligiendo el antibiótico
Además, añade que la trimetoprima/sulfametoxazol está en desuso. Respecto a otros antibióticos, “hay una sensación de seguridad con amoxicilina y cefalosporina, mientras que otros, como clindamicina, tetraciclina y quinolonas, se asocian a un cierto riesgo”.
Peor la enfermedad que el remedio
Uno de los retos de la farmacovigilancia en embarazadas es desligar el efecto del medicamento de la enfermedad en sí. Vargas señala que la necesidad más acuciante de datos está en la terapia de enfermedades que afectan a las mujeres jóvenes y que requieren tratamientos nuevos e intensos, como reumatológicas como el lupus o neurológicas como la epilepsia. “Muchos tratamientos llevan pocos años en el mercado e interesaría hacer estudios específicos sobre su eficacia y riesgos. Pero casi siempre es peor que la enfermedad esté descontrolada”.
Un ejemplo paradigmático es el del ácido valproico. “La epilepsia es una situación en la que a veces hay que plantearse su uso, pese a que hay bastantes estudios que sugieren que sus efectos perduran incluso en la segunda generación”, expone Vargas.
También hay que tener en cuenta cuáles son los fármacos que con más frecuencia se consumen en el embarazo, y que según Perelló son los analgésicos, los antieméticos, las vitaminas y los antibióticos.
Antieméticos, analgésicos, vitaminas y antibióticos son los más consumidos por las embarazadas
Cabañas aclara que son varios los factores que influyen en la teratogenicidad de un fármaco. Algunos están relacionados con el medicamento en sí, como si es un tratamiento agudo o crónico, la dosis y la frecuencia de administración. Otros tienen que ver con la madre y los cambios fisiológicos del embarazo que afectan a la farmacocinética y la farmacodinamia.
Un aspecto crucial es el momento en el que el feto está expuesto al medicamento, advierte Cabañas:“No es lo mismo que sea durante las primeras semanas de gestación, donde el riesgo de anomalías morfológicas es elevado, que el final, donde pueden aparecer complicaciones durante el parto o el periodo neonatal”.
De cara al reto que supone para los profesionales, Perelló recuerda que en España existe el Servicio de Información Telefónica sobre Teratógenos Español (Sitte), que en el teléfono 91 822 24 35 ofrece asesoramiento gratuito.