En doce países, sobre todo en Centroamérica y en África, más del 10% de las personas en tratamiento contra el VIH tienen virus resistentes a los fármacos. Y en los demás países en los que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha analizado el fenómeno, el crecimiento de la resistencia es exponencial. Esta situación pone en peligro el objetivo de bloquear la propagación de la infección, porque la aparición de resistencias supone que se produce una selección de las mutaciones que escapan a los medicamentos y esas serán las que se propaguen. Un 10% de casos resistentes es una línea roja: no se puede seguir dando esa medicación al resto de la población porque aumentaría el riesgo.
Expertos de todo el mundo intentan entender cómo se produce esa resistencia. Por un lado, va en su naturaleza ese continuo mutar para intentar sobrevivir, por eso se le ataca con varios medicamentos a la vez, para actuar por varias vías y conseguir acabar con el VIH cuanto antes y que no le dé tiempo a cambiar.
El fenómeno es mucho mayor en las mujeres por interrupciones del tratamiento y por el estigma social
Uno de los medicamentos más utilizados, el efavirenz, porque además de eficaz tiene buen precio y no interfiere con los de la tuberculosis –enfermedad muy frecuente en países con un gran número de infectados por VIH–, es más lábil ante las mutaciones. “Una sola mutación puede generar resistencia”, explica Roger Paredes, experto en este fenómeno de Irsicaixa y miembro del grupo asesor de resistencias en la OMS. Y ahora empieza a fallar. Hay que sustituirlo. “Por suerte hay una buena alternativa, el dolutegravir. Actualmente tiene el mismo precio, no interfiere con los tratamientos de tuberculosis y es de una familia de antivirales diferente, que necesita muchas más mutaciones para generar resistencia”, explica el experto.
Otra posible causa es la interrupción de los tratamientos. Según explica una de las coautoras del informa de la OMS, Silvia Bertagnolio, en la revista Nature, muchas mujeres que tienen VIH toman antivirales durante el embarazo para evitar la trasmisión del virus a sus bebés, pero lo dejan tras el parto. La resistencia a estos medicamentos es muy superior cuando el afectado ha tomado antes antivirales (21%) que cuando los toma por primera vez (8%). Y precisamente eso ocurre con más frecuencia en las mujeres, “porque vuelven al pueblo a ocuparse de la familia y allí no es tan fácil pedir la medicación sin encontrarte con nadie y muchas lo dejan un tiempo”, explica Roger Paredes.
Las causas de las resistencias a la medicación, en virus y en bacterias (con los antibióticos), son complejas y difíciles de establecer, pero para Roger Paredes, más de la mitad del fenómeno actual tiene una causa social. Y habrá que tenerlo en cuenta a la hora de diseñar mundialmente cómo se ha de tratar el VIH para dejarlo indetectable, como en la mayoría de casos en España, y así frenar los contagios.
El informe de la OMS también señala otro hecho que los especialistas consideran preocupante: el nivel de resistencia entre los lactantes en África subsahariana. Entre el 2012 y el 2018, casi la mitad de los nuevos diagnosticados en 9 países de esa región tenían una forma de VIH resistente a los antivirales clásicos.
La OMS ha recomendado el cambio del combinado de antivirales que se estaba proporcionando y algunos países han comenzado a hacerlo. “Pero no es tan fácil”, explica el especialista del hospital Germans Trias. “En el mundo hay casi 38 millones de infectados por el VIH y desde el 2010 el tratamiento antiviral llega al 60% de esta población. Tratar a todo el mundo es la mejor manera de cortar las infecciones en unas décadas, pero la mayoría de afectados están en países pobres y sin un centro asistencial cerca de casa. En muchos lugares apartados, ni siquiera proporcionan la medicación profesionales sanitarios. Así que el tratamiento tiene que ser eficaz, sencillo de administrar y a buen precio. No es nada fácil sustituirlo”, explica Paredes.
Ni utilizarlo adecuadamente en todos los países. Hay cierto riesgo de malformaciones fetales en el tubo neural , especialmente cuando en el embarazo no se complementa con ácido fólico. Ese riesgo induce a suspender tratamientos o a no emprenderlos, y eso sería mucho más peligroso, aumentaría la mortalidad materna y habría más trasmisión madre-hijo y a las parejas. “En una balanza, no usar el medicamento genera muchos más problemas”, asegura el especialista. Pero también habrá que explicarlo.